miércoles, 4 de abril de 2012

LA TRASCENDENCIA DEL GETSEMANI

M“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en el cree no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Qué forma de amarnos, que entregó a Cristo Jesús para que subiera a la cruz del Calvario, y entregara su vida después de ser flagelado y azotado, pagando así el precio por nuestra salvación. Debimos haber subido a esa cruz de dolor tu, amigo lector, y yo. Pero ahí está la maravilla de todo eso, ahí la contundencia de la declaración: “de tal manera amó…”: Cristo pagó por nuestras culpas, evitando que nosotros, los realmente pecadores, fuéramos los llamados a la cruz. Porque, ¿Quién tenía que pagar por los pecados cometidos, Cristo, o nosotros?

Cristo, en su inmenso amor por nosotros, se apresta en un día como el que hoy recordamos, a subir al Monte Calvario, para entregar Su cuerpo en sacrificio por nuestra salvación. Pero no se crea que ese proceso fue indoloro. No se crea que fue sin aflicción. Él adquirió la naturaleza humana al nacer de la virgen María, conservando su naturaleza divina. Y la angustia le vino al recapacitar en lo que estaba por delante. “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”, fueron sus palabras. El, siempre Santo, se imaginaba cargando todos los pecados del mundo. Todos. Porque cargo todos. Los tuyos, los míos, los de toda la humanidad. Los de la humanidad pasada, y los de la humanidad presente, y los de la humanidad futura.

Ello debe haber cimbrado hasta en su última fibra a aquél que no conoció pecado. Y esa es la maravillosa, humanísima escena del Getsemaní: Jesús ora en Getsemani.
¿Cómo ora? “Si quieres, pasa de mi ésta copa; pero no sea como yo quiero, sino como Tu” Se afligía imaginándose cargando los pecados del mundo. Pero su voluntad es una con la del Señor.

Esa, amigo, es la belleza del espectáculo que recordamos en éstos días, y que fijó el preámbulo de la Salvación que hoy podemos gozar.

¡Felices Pascuas!

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